Desde 1948 las voces favorables a un proyecto ambicioso eran cada vez más numerosas, pero el propósito no era fácil de hacer efectivo, y había que conciliar con el desarrollo urbanístico que Barcelona comenzaba a hacer en aquellos años en el área de la Diagonal.
En muchas ocasiones se hace referencia al impacto que tuvo
el fichaje del gran jugador Ladislau Kubala para acabar de hacer decidir a la
junta barcelonista. Es cierto que la llegada de Kubala creó unas enormes
expectativas y una atmósfera de ilusión colectiva, pero hay que tener en cuenta
que también fueron muy decisivas en esta misma dirección las dos Ligas ganadas
consecutivamente los años 1947-48 y 1948-49, antes de la incorporación del
crack húngaro.
De hecho, el primer paso en firme del club se produjo en
septiembre de 1950, quince días antes de que Kubala jugase su primer partido
amistoso vestido de azulgrana. En aquel momento el club, que presidía Agustí
Montal y Galobart, firmó una opción de compra sobre terrenos de la zona de la
Maternidad, que hizo efectiva dos meses después.
A partir de entonces se abrió una etapa suficientemente
enojosa, pues la decisión de la comisión del Camp Nou (9 de febrero de 1951) de
cambiar el emplazamiento del futuro estadio en la zona final de la Diagonal dio
paso a unas estériles negociaciones con las Administraciones que no llegaron
nunca a buen puerto. El asunto quedó en punto muerto hasta la victoria de
Francesc Miró-Sans en las elecciones a la presidencia del FC Barcelona (14 de
noviembre de 1953). El nuevo presidente era un acérrimo defensor de la rápida
construcción del nuevo estadio y una de las primeras cosas que decidió (18 de
febrero de 1954) fue emplazar el futuro estadio en los terrenos adquiridos en
1950 y no en el tramo final de la Diagonal. Así, el 28 de marzo, ante una
multitud de 60.000 barcelonistas, se colocó la primera piedra del Camp Nou,
bajo la presidencia del gobernador civil Felipe Acedo Colunga y con la
bendición del arzobispo de Barcelona, Gregorio Modrego.
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